Por fin el CEEPAC rectifica, pero el costo fue la dignidad: entre clósets forzados y la violencia institucional, la lucha de una persona no binaria en el campo minado de la política potosina.
En un país donde la diversidad es bandera pero la inclusión sigue siendo letra chiquita, Adrián Barrios Muñoz —persona no binaria, activista y aspirante en el proceso electoral extraordinario de San Luis Potosí— alzó la voz para denunciar lo que claramente fue un acto de transfobia institucional. El Consejo Estatal Electoral y de Participación Ciudadana (CEEPAC) y el Congreso del Estado decidieron, sin tapujos, ignorar su identidad de género en el registro electoral. ¿La razón? La misma de siempre: burocracia selectiva y falta de voluntad política.
Con documentos oficiales en mano —acta del Registro Civil y CURP reconocida por RENAPO— Barrios no pidió nada extraordinario: solo que su identidad fuera respetada, tal como marca la ley. Sin embargo, el aparato institucional respondió con silencio, negativas y un sinsentido legal que obligó a Barrios a vivir una especie de “clóset electoral” en pleno 2025. Un retroceso brutal en tiempos donde se presume una democracia incluyente.
Desde sus redes sociales denunció públicamente la violencia burocrática que vivió, la negligencia del CEEPAC al no permitirle registrarse con su CURP actualizada, y la descarada omisión de su identidad en un sistema que supuestamente debe garantizar derechos, no pisotearlos.
La presión pública funcionó: tras días de incertidumbre, el CEEPAC rectificó y reconoció oficialmente su identidad no binaria en la plataforma electoral. Un logro que no debería ser considerado “victoria”, sino reparación mínima por una violación a derechos humanos básicos. Aun así, Barrios agradeció a las personas aliadas —activistas, periodistas y amistades— que no soltaron su mano en este tramo complicado del camino.
Lo más indignante de todo es que esto no fue un error técnico, sino un síntoma claro de una enfermedad más grande: la falta de preparación y empatía en las instituciones que deberían ser garantes de derechos. Este caso dejó al descubierto que, aunque la legislación avanza, las convicciones de quienes operan las instituciones siguen estancadas en prejuicios y binarismos arcaicos.
Barrios lo dejó claro: “Los derechos adquiridos se pueden perder en un segundo si las instituciones deciden ignorarlos. Lo que ganamos con lucha puede esfumarse con un oficio mal escrito”. Su mensaje es crudo, directo y necesario en un México que sigue matando, callando o invisibilizando a las personas trans y no binarias.
Mientras tanto, el proceso electoral sigue su curso y Barrios continúa en pie, sabiendo que no solo se juega una candidatura, sino la posibilidad de abrir espacio para todxs quienes han sido históricamente marginadxs del ejercicio político.
La lucha no termina con una rectificación. Termina —si es que acaso termina— cuando ser no persona no binaria deje de ser motivo de escándalo o negación, y se vuelva simplemente una forma más de existir en plenitud. Porque como bien lo dijo Barrios: “No descansaremos hasta que la dignidad humana de las personas no binarias se vuelva costumbre”.
Y si eso incomoda a alguien… pues que incomode. Porque la incomodidad también es parte del cambio.
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