Afganistán: el tejido de alfombras reemplaza a la educación para las niñas

Desde el regreso de los talibanes al poder en 2021, los derechos de las mujeres y niñas en Afganistán han sufrido un retroceso profundo. Una de las restricciones más severas ha sido la prohibición de asistir a la escuela secundaria y a la universidad, lo que ha dejado fuera del sistema educativo a más de 1.2 millones de niñas.

Esta política, justificada por el régimen bajo argumentos religiosos o de “seguridad”, ha obligado a muchas menores a dedicarse a actividades consideradas “productivas”, como el tejido de alfombras, una labor artesanal mal remunerada y en ocasiones forzada.

El contraste con los avances previos es contundente. En 2001, menos del 1 % de las niñas afganas asistía a la escuela. Para 2018, esa cifra había superado el 40 %. Hoy, ese progreso se ha visto prácticamente anulado.

Tejer una alfombra puede tomar entre seis y nueve meses. Las jornadas son extensas, las condiciones laborales precarias y la paga mínima: en algunos casos, apenas unos pocos dólares al mes. Muchas niñas trabajan sin garantías ni derechos, y para algunas, ni siquiera existe la certeza de recibir algún pago.

Según datos de la ONU, entre 1.2 y 1.5 millones de afganos dependen de la industria del tejido de alfombras, y casi el 90 % de la mano de obra son mujeres.

Pero más allá de una actividad artesanal, este cambio impone un modelo que arranca a las niñas de sus libros y pupitres para encerrarlas en un ciclo de explotación. La falta de educación no solo limita su presente, sino que las expone a un futuro de matrimonios forzados, pobreza y vulnerabilidad.