Por José F. Arellano Covarrubias
La civil es la historia tangible de la desesperación en una madre por encontrar a su hija, la incertidumbre de las instituciones y el peligro constante reiteran una realidad sórdida en la cual no se habla por miedo.
El séptimo arte es la voz que rompe ese silencio, y en espíritu de la obra Arcelia Ramírez evoca a través de Cielo la susceptibilidad que sufren las mujeres en el país, la cinta no teme a mostrar las consecuencias de la violencia perpetuada por grupos criminales y apunta sutilmente a las declaraciones vacías, no hay autoridad, no hay ninguna ley, solo la voluntad y el amor tortuoso lleno de esperanza.
La directora Teodora Ana Mihai y el guionista Habacuc Antonio de Rosario, reflejan la crueldad en matices, partiendo del anhelo de Cielo por ver nuevamente a su hija Laura y despojando de a poco la tranquilidad del personaje conforme avanza en su búsqueda, en momentos se puede apreciar el terror, la angustia y el implacable espíritu de una madre que solo vive por saber la verdad, se muestra la fortaleza que contrasta con el desmoronamiento, no hay atajos por ser una víctima, los personajes que van a corriente incluso con indiferencia ponen a prueba el juicio moral de Cielo, dando peso a la búsqueda solitaria y reafirmando la perspectiva individual de la cinta. El planteamiento más fuerte viene de su entorno, no hay antagonista más representativa que la misma desesperación que hace estragos en las víctimas.
La historia tiene base en la vida de Miriam Elizabeth Rodríguez Martínez quien fue activista sin descanso ante la misma situación, la directora retoma sus valores y los encarna íntimamente en la su película honrando la lucha perpetua que ahora tiene una expresión simbólica, va de golpe y luego la calma para después entrar a picos de desesperación y continuar sin un ciclo, esto le agrega un valor narrativo enorme, no es una película con expectativa dramática, es una película con un fuerte sentido de realidad.
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